Operación CHARIOT: la batalla que dejó tocada y hundida a la Armada nazi

27 de Marzo de 1942, 22:15 horas
Estamos a 65 kilómetros de la costa de Francia. El HMS Campbeltown, un viejo destructor de más de 900 toneladas, forma parte de una flotilla que avanza en la oscuridad hacia el puerto de St. Nazaire, en manos de los alemanes. A ambos lados, una columna de pequeñas lanchas motoras plagadas de ametralladoras y cañones. Apiñados bajo cubierta, 269 soldados británicos de élite se preparan para esta gran hazaña. Saben que las próximas horas acabarán decidiendo el curso de la guerra.

operacion_chariotYa han pasado dos años y medio desde que diera comienzo la Segunda Guerra Mundial y la Alemania nazi domina Europa. Una campaña desesperada se libra en el Atlántico Norte, donde la supervivencia británica depende de los convoyes que traen suministros de su nuevo aliado, EEUU. Ahora, Alemania amenaza con usar un arma que provocaría el caos en esas rutas tan importantes. El Tirpitz es el buque de guerra más poderoso de la marina alemana, más letal incluso que su famosa nave gemela, el Bismarck. Pero su enorme tamaño plantea un problema para la Marina Alemana. Uno que solo St. Nazaire podrá resolver.

El muelle de St. Nazaire era tan importante porque era el único dique seco de Europa Occidental capaz de acoger un barco del tamaño del Tirpitz. Era el único sitio en el que podían repararlo, y si no eran capaces de hacerlo, no podrían arriesgarse a enviarlo a ninguna batalla. Así que si destruían el dique seco, destruirían el barco, aunque nunca llegaran a tocarlo. Sin embargo, los bombarderos no serían lo suficientemente precisos como para destruir el dique desde el aire. Y la resistencia francesa tampoco podría trasladar tantos explosivos hasta un puerto tan bien asegurado. Sólo tendría éxito un comando que atacase por mar.

El plan
El plan era muy arriesgado: un grupo de asalto tendría que colar 18 barcos y un destructor y dejarlos a 8 km del estuario del Loira, bajo la atenta mirada de las defensas alemanas, armadas con reflectores y artillería costera, lo suficientemente potente como para hundir a sus barcos de un solo impacto.

operacion_chariot_Colocarían un detonador de acción retardada abordo del destructor, programado para explotar 8 horas después de embestir el dique seco. Si el barco conseguía superar toda esa artillería, los grupos de asalto entrarían en el muelle para colocar más explosivos antes de que 5.000 soldados alemanes bien entrenados y bien armados pudieran reaccionar.

A continuación, mientras los equipos de explosivos completasen sus objetivos, el resto de comandos deberían mantener abierta su única vía de escape: un malecón con lanchas a motor esperándoles para llevarles de vuelta a casa. Pero retener a 5.000 alemanes armados hasta los dientes y sobrevivir a tal lluvia de proyectiles no sería nada fácil. Tras abandonar el Loira, tendrían que confiar en que el temporizador hiciese estallar la bomba del destructor para volar el dique seco por los aires.

El ataque tenía muchas fases y el plan era muy complicado. Todo tenía que ocurrir siguiendo una determinada secuencia y de forma precisa para que tuvieran éxito. El pilar de la operación sería el HMS Campbeltown. Para volar la puerta del dique introducirían 3,85 toneladas de explosivos, en su casco con un detonador de acción retardada de 8 horas. Sus cañones de 10cm se reemplazarían por un canon de 5 Kg y 8 cañones Oerlikon de 20mm cada uno, capaces de disparar 450 proyectiles por minuto. Además, colocarían una coraza extra a ambos lados para proteger a la tripulación del fuego que tendrían que soportar de las defensas alemanas. Por último, los atacantes disfrazarían el barco con la intención de acercarse lo más posible a su objetivo. Eliminarían dos de sus chimeneas para darle el aspecto de un destructor alemán, y colgarían una bandera naval alemana de su mástil.

operacion_chariot_defensasLas defensas
Las defensas alrededor de St. Nazaire eran formidables, en teoría impenetrables: desde 28 cañones de 75mm hasta enormes cañones ferroviarios de 240mm protegían la entrada al estuario. 43 cañones más protegían las entradas a St. Nazaire, sobre todo cañones de 20 y 40mm, usados tanto por la defensa costera como por la antiaérea. Había focos a ambas orillas del río, y en el puerto, había más cañones aún. Varias unidades custodiaban el puerto, las cuales además podrían conseguir que cientos de refuerzos de guarniciones cercanas acudiesen rápidamente.

Los héroes
El Campbeltown y el resto de la flotilla entran en el estuario del Loira, el capitán del destructor es «Sam» Beattie, de 33 años. Nada más ponerse al mando del barco, le comunicaron que su primera misión sería estrellar su buque contra un dique enemigo; pero es un oficial experimentado de cabeza fría y nervios de acero. Bajo cubierta, el teniente Corran Purdon, de tan solo 20 años, ya ha estado en un comando de asalto en Noruega. Él liderará uno de los equipos de demolición con el objetivo de destruir cualquier objetivo vital del puerto. El teniente Stuart Chant, jugador de rugby y antiguo corredor de bolsa, lidera otro de los equipos de demolición.

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De izquierda a derecha: Capitán Sam Beatti, Teniente Corran Purdon, Teniente Stuart Chant y el Comandante Bill Copland

En la cubierta de mando del Campbeltown, el comandante Bill Copland es el segundo al mando. Un veterano que luchó en la primera guerra mundial, y a sus 44 años, es el mayor de la unidad.

La Operación CHARIOT
00:30 horas
Beattie y sus hombres saben que van a necesitar toda la ayuda posible. El capitán mira hacia el cielo y el sonido de un ataque aéreo disuasorio aumenta por momentos. Los bombarderos británicos han llegado a St. Nazaire justo a tiempo. Al principio, la intención del bombardeo de la RAF era que los alemanes no prestaran atención a lo que estaba pasando en el mar; y además, causar algunos daños a las defensas alemanas que intentarían recuperarse, sin percatarse de los que se les acercaba por mar.

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Comandos británicos unas horas antes del desembarco en el HMS Campbeltown

Pero el resultado no fue el que esperaban los británicos. Los comandos habían solicitado un ataque aéreo a gran escala con 350 aviones, pero solo llegaron 62 porque la RAF se negó a desviar tantos aviones de su campaña principal. Y para colmo, había nubes muy espesas en la zona del puerto. La RAF no quería arriesgarse a matar civiles franceses, así que soltaron pocas bombas. En vez de realizar un ataque a gran escala, los bombarderos volaron en círculos esperando que fuera una distracción suficiente. Pero un comportamiento tan inusual solo consiguió levantar las sospechas de los alemanes.

De momento, Beattie y sus hombres no han sido detectados al pasar por la estación de radar alemana en Le Croisic. Su próximo obstáculo, un canal muy poco profundo en el que el Campbeltown podría encallar fácilmente. Solo había una ruta para acceder al puerto y estaba muy bien custodiada por los alemanes, pero los británicos se dieron cuenta de que cuando la marea estaba alta, había un camino alternativo para llegar hasta el dique seco. Así que si se usaban barcos ligeros se podía navegar por ese canal y aparecer en el dique seco desde un ángulo diferente.

El Campbeltown había sido despojado de cualquier elemento que no fuera esencial para el ataque. Pero incluso con la marea alta, solo tendrían unos centímetros de margen. Purdon, Chant y el resto de comandos navegan hacia la boca del lobo, sabiendo que muchos de ellos no regresarán.

La flotilla está a 3,2 km de su objetivo. De repente se encienden unos focos, en seguida ven al Campbeltown y al resto de lanchas. Pero los alemanes dudan, pues el Campbeltown lleva una bandera alemana, y podría ser uno de los suyos. Beattie aún tiene un as bajo la manga. Cuando los alemanes efectúan disparos de advertencia, responde utilizando un indicativo que da a entender que están disparando a un barco amigo. Cada segundo cuenta, a medida que el destructor se va acercando a su objetivo.

01:23 horas
Durante unos cruciales minutos, el engaño funciona. Pero cuando el barco se niega a parar, los alemanes se dan cuenta de la treta y empiezan a disparar. La misión se ve comprometida cuando se desata una lluvia de proyectiles procedente de todas partes. Y aún no han alcanzado su objetivo. A medida que los británicos se van acercando a St. Nazaire, soportando fuego pesado alemán, Beattie ordena que bajen la bandera alemana y que icen la británica. A continuación la flotilla se abre. Los barcos británicos identificados por los focos son blancos fáciles, y empiezan a caer los primeros hombres.

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El HMS Campbeltown varado en las puertas del dique (reconstrucción)

01:29 horas
El Campbeltown recibe impactos por todas partes, el suboficial de marina Webster es alcanzado y muere. Su sustituto es derribado unos segundos después, así que el teniente Nigel Tibbits se pone al timón. Será el hombre encargado de llevar el barco a las puertas del dique durante los últimos metros. Gracias a una navegación extraordinaria, el Campbeltown consigue abrir una brecha en las puertas del dique y completa con éxito la primera fase del ataque. La Marina Real ha cumplido, ahora le toca el turno a los comandos.

Los Comandos
El momento de los comandos ha llegado, y a medida que las lanchas motoras empiezan a desembarcar, los hombres a bordo del maltrecho Campbeltown se dirigen hacia sus objetivos. Los 70 comandos se dividen en 9 equipos. Dos equipos de asalto liderarán el camino y tomarán las posiciones enemigas que se encuentren a izquierda y derecha. Mientras, los equipos de demolición avanzarán hacia sus objetivos.

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Mapa de los objetivos de los Equipos de Demoliciones

El equipo del teniente Chant irá hacia la estación de bombeo del dique seco. El equipo del teniente Purdon se dirigirá a la caseta eléctrica norte y más equipos hacia la puerta norte del dique y la caseta sur. Cuando todos los objetivos hayan sido destruidos se retirarán hasta el punto de evacuación.

01:40 horas
Los comandos de asalto acaban con todos los emplazamientos de armas que encuentran a su alrededor. Eso le proporciona al resto unos minutos cruciales antes de que los alemanes respondan. Despejan un camino para que el teniente Chant y su equipo de demolición puedan dirigirse a la estación de bombeo, que sube y baja el nivel de agua del dique seco, por lo que su destrucción es de vital importancia.

Una pequeña carga consigue abrir la puerta. Chant es herido en las manos durante la incursión y tiene que abrirse con cuidado y dolor hasta el sótano de la estación. Chant coloca las cargas y activa el detonador de 90 segundos. El oficial herido, ayudado por uno de sus sargentos, sube un laberinto de escaleras a duras penas, totalmente a oscuras, y se pone a cubierto justo a tiempo. 68 kg de explosivos destrozan la estación. Mientras tanto, el resto de equipos coloca las cargas en sus respectivos objetivos, al tiempo que Beattie y su equipo esperan la evacuación del varado Campbeltown.

El equipo del teniente Purdon tiene que ir más lejos aún para llegar a su objetivo: la caseta norte. Cuentan con la protección de un equipo de tres hombres del teniente Denison. Cuando se ven sometidos al intenso fuego de un grupo de alemanes situados en una trinchera, los hombres de Denison entran en acción. Denison mantiene a los alemanes acorralados mientras sus comandos se acercan para lanzar granadas, eliminando a los que están dentro de la trinchera.

Despejado el camino, Purdon puede continuar hacia su objetivo: la caseta que alberga la maquinaria que abre y cierra la puerta norte del dique seco. Deshacerse de ella supondrá otro devastador golpe contra el dique. Una vez conectados los explosivos, Purdon y su equipo se retiran y detonan las cargas. Sin embargo, al otro lado del muelle su único medio de escape sufre un fuerte ataque.

02:19 horas
Los británicos alcanzan sus principales objetivos. Los equipos se retiran al viejo espigón para coger las lanchas motoras. Pero tal y como temían, los alemanes les estaban esperando. Mientras el equipo de Purdon se retira, las posiciones defensivas alemanas ubicadas alrededor del dique les disparan. El comandante Copland también se dirige al viejo espigón, pero las lanchas motoras están inutilizadas debido al fuego alemán. Por lo que las unidades encargadas de asegurar el viejo espigón para la extracción de los comandos yacen en el fondo del mar. De los 6 barcos que debían llegar al viejo espigón, solo lo consigue uno. Copland está al mando de la fase de evacuación, pero se da cuenta de que ya no hay nada que dirigir.

02:34 horas
El Teniente Coronel Charles Newman se enfrenta a una dura decisión. De su equipo inicial de 269 comandos, más de la mitad están heridos y con poca munición. Marineros, policías y trabajadores portuarios alemanes han recibido la orden de actuar, y pronto superan a la fuerza de protección de los comandos. Newman llama a su segundo al mando, Copland, para que le ayude a improvisar un nuevo plan de escape. Chant, Purdon y el resto de oficiales escuchan en silencio. El plan consiste en atravesar una ciudad plagada de refuerzos alemanes, para después cruzar casi 650 km de territorio enemigo hasta llegar a una España neutral.

02:49 horas
A medida que los británicos se preparan para despejar el camino, en el río las pocas lanchas que han sobrevivido se dirigen a mar abierto. Beattie, Tibbits y el resto de la tripulación del Campbeltown escapan en una lancha que guio el barco hasta las puertas del dique. Cuando casi llegan a un lugar seguro, un proyectil alcanza el motor de la lancha. A continuación, varias ametralladoras acribillan el navío. El teniente Tibbits está entre los muertos. El barco de madera acaba hecho pedazos tras una lluvia de proyectiles alemanes, forzando a los supervivientes a zambullirse en las gélidas aguas. Los heridos acaban hundiéndose bajo las olas. Solo unos pocos son rescatados.

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“La carrera de obstáculos de St Nazaire”. Así denominaron a la acción de los Comandos de trepar muros de jardines y entrar y salir de las casas durante la Operación Chariot

De vuelta en St. Nazaire, los comandos restantes comienzan su desesperada carrera hacia la libertad. Evitando la plaza del casco antiguo, asediada por fuego alemán, deciden rodearla y dirigirse al único puente que puede conectarles con el resto de la ciudad. A pesar del peligro, los comandos avanzan con un entusiasmo casi imprudente. Entre ellos va el teniente Purdon, cuyo equipo voló la caseta Norte. Y Stuart Chant, que consiguió escapar de la demolición de la estación de bombeo. Los hombres van cayendo ante el intenso fuego alemán. Chant recibe un disparo en la rodilla y es incapaz de moverse.

Cuando Copland, Purdon y el resto de supervivientes llegan al puente que separa la ciudad de St. Nazaire emprenden un último ataque a vida o muerte para cruzar 65 metros de campo abierto. Las ametralladoras enemigas disparan alto, y en cuestión de segundos, los comandos consiguen llegar al otro lado. El comandante Copland se detiene para vaciar el cargador de su pistola M1911 contra uno de los fortines, antes de que los británicos desaparezcan entre las calles de St. Nazaire.

Con el amanecer acercándose y cientos de alemanes peinando las calles, los comandos se esconden bajo tierra. Tienen pensado esperar a que pase el día y huir cuando vuelva a oscurecer, pero el cerco se va cerrando. El comandante Copland y 15 soldados británicos más están escondidos en un sótano. Poco a poco todos los equipos acaban siendo acorralados y obligados a rendirse. Parece que el ataque ha sido un desastre, y su barco, diseñado para efectuar el golpe final, continúa ahí, silencioso, junto a la puerta del dique.

05:34 horas
Mientras los alemanes continúan buscando casa por casa a Chant, herido en la rodilla e incapaz de moverse. Finalmente no tardan en encontrarle y Chant se une a un grupo de prisioneros heridos, reunidos en una calle enfrente de un café. Los alemanes sacan a más soldados y marineros del río, entre ellos al capitán Beattie, que fue apresado por un torpedero alemán tras la destrucción de la lancha.

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Stuart Chant (centro) con la rodilla herida y vendada, custodiado por soldados de la Wehrmacht

Hay algo que los prisioneros desean saber de forma desesperada: por qué el HMS Campbeltown no ha explotado. El destructor continúa inmovilizado, y en su interior hay 3,85 toneladas de amatol, un potente explosivo situado directamente sobre la puerta del dique seco. Los explosivos deberían haber detonado hace más de 1 hora. Ahora los oficiales y especialistas técnicos alemanes están inspeccionando el barco. Si los alemanes descubren los explosivos a bordo y los desactivan, el ataque no habrá servido de nada. Los alemanes creen que los británicos han intentado, sin éxito, destruir la puerta del dique estrellando un viejo destructor contra ella. Parece que todo ha sido en vano, tantos muertos y tantos sufrimiento para nada.

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La explosión del HMS Campbeltown en el dique seco (reconstrucción)

10:35 horas
Toda la ciudad se ve sacudida por la explosión del Campbeltown. Había unos 100 alemanes a bordo del destructor cuando explotó; los restos humanos llegaron tan lejos que los equipos de limpieza tardaron varios días en encontrarlos todos y deshacerse de ellos. La puerta, de 1.360 toneladas, acaba totalmente desencajada. El río lo inunda todo y se lleva los restos del Campbeltown con él. El ataque de St. Nazaire ha cumplido su objetivo, a pesar de ser prácticamente imposible.

A pesar de todas las dificultades, el ataque fue un gran éxito, causó tantos daños en el dique que los alemanes no pudieron repararlo durante la guerra. El dique seco no volvió a funcionar hasta 1947, más de 5 años después del ataque británico.

operacion_chariot_heridos_Conclusión
La Operación CHARIOT que provocó la destrucción del dique seco de St. Nazaire, aseguró que el Tirpitz jamás volviera a navegar en el Atlántico. El poderoso buque alemán se pasó el resto de la guerra escondido en los fiordos noruegos, donde fue finalmente destruido por bombarderos Lancasters de la RAF en noviembre de 1944.

Pero el éxito les salió muy caro a los británicos, ya que solo 3 de las 17 lanchas motoras que participaron en el ataque escaparon del infierno de St. Nazaire y consiguieron volver a Inglaterra. De los 611 hombres que participaron en el ataque (Royal Navy + Comandos), dos tercios fueron asesinados o capturados. 5 comandos consiguieron escapar y llegar a España con la ayuda de civiles franceses para luego cruzar hasta Gibraltar y volver en barco a Inglaterra.

Muchos de los 168 británicos que fallecieron fueron enterrados por los alemanes con todos los honores militares. Entre los 215 prisioneros estaban el veterano de la Iª Guerra Mundial, el comandante Bill Copland, el teniente herido Stuart Chant, el joven oficial irlandés Conrad Purdon, y el capitán del Campbeltown, Sam Beattie.

El ataque de St. Nazaire ha sido descrito como el mayor ataque de todos los tiempos y hay mucho de cierto en esa afirmación. Actualmente sigue siendo una de las hazañas más destacadas de la historia militar. Gracias a un intrépido plan, ejecutado con increíble valor y determinación, los comandos británicos causaron un impacto de proporciones épicas, y durante el proceso, forjaron una leyenda que aún hoy en día perdura.

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1 Comentariro

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    Hola. Creo recordar haber visto un reportaje en national geographic sobre esta batalla, producida en 1ª persona, como si de un videojuego se tratase. ¿Sabeis donde puedo encontrar ese video?

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