A LA CABEZA TAMBIÉN SE PUEDE TIRAR, ¿PERO PODEMOS TODOS?

Hace unos días, un avezado policía manchego me comentaba que entre sus compañeros de turno se había debatido sobre la posibilidad de que tuvieran que enfrentarse a tiradores tan hostiles como los hermanos Kouachi de París (caso Charlie Hebdo). Terroristas armados con fusiles de asalto y protegidos con chalecos balísticos. Mi estimado colega se quejaba, a la par, de que sus mandos se habían negado a entregar escopetas, subfusiles, o fusiles de asalto, a cuantos agentes o turnos completos habían solicitado libre acceso a tal material. Aunque la psicosis de la alerta terrorista aún está presente, se ve, o al menos eso interpreto a tenor de las respuestas ofrecidas por las diferentes superioridades, que les importa un pimiento frito que un policía se vea en la calle frente a un asesino del perfil de los que estamos referenciando.

Así las cosas, este compañero, pero sin embargo amigo, me planteaba ciertas dudas propias: ¿podríamos abatir con nuestras pistolas de 9mm Parabellum a sujetos que van de la guisa descrita? Mi respuesta fue contundente: ¡por supuesto que podríamos! Otra cosa es que todos los agentes estén, o estemos, cualificados para siquiera intentarlo. A ver, si bien es cierto que la inmensísima mayoría de encuentros armados policiales se producen en rangos que van desde la distancia de contacto, o sea la del cacheo, hasta no más allá de 10 metros, principalmente entre 0 y 7, no es nada improbable que se produzcan situaciones en las que estos rangos se vean notablemente aumentados.

silueta_humanda_dianaUn típico supuesto podría ser el sugerido por mi amigo Pepe, que así es como se llama el veterano que inspira estos párrafos. Cuando un contrario tira con un fusil no sólo cuenta con más potencia de fuego frente a quienes únicamente portan armas cortas, sino que además, y esto no es baladí, puede situarse a tales distancias que podría obtener la magnífica ventaja de posicionarse fuera del radio óptimo y medio de precisión de las armas de cinto.

Pero como ya le manifesté telefónicamente a Pepe se puede y se debe intentar abatir a todo aquel enemigo que se coloque a tiro, dispare éste con lo que dispare. Pero eso sí, atendiendo siempre a la debida observancia de las medidas de seguridad para medianamente garantizar el impacto en el blanco. Somos los buenos y por ello no podemos sembrar gratuitamente balas anónimas.

Todos no estamos cualificados
Pero claro, surge otra duda: ¿estamos todos preparados para ofrecer estas respuestas? No, no estamos cualificados, y esto es algo que asevero con total rotundidad. Pese a que parece fácil meterlas en la silueta de entrenamiento a cortas distancias, como pudiera ser desde 7 metros, o incluso desde menos, la mayoría de los profesionales que deberían tener controlado este asunto fallan muchos disparos.

¡Ah!, por cierto, Pepe también tenía dudas sobre si un proyectil de los usados por la policía española en sus pistolas conserva energía, a 50 metros, como para producir lesiones mortales. La respuesta volvió a ser clamorosamente afirmativa, independientemente de qué clase de punta se trate. Aquí solemos emplear de modo general proyectiles de 124 grains de peso, aunque también de menos de 100 e incluso hasta de 147, pudiendo todos estos, en cualquier caso, penetrar un cráneo a distancias superiores a los hoy manidos 50 metros.

Dado los escasos, insulsos y nada realistas ejercicios de entrenamiento que se ejecutan en la mayoría de cuerpos de seguridad de nuestro país (según me trasladan desde otras latitudes, este defecto no es exclusivamente ibérico), se me antoja peligroso que todos los policías se arriesguen a efectuar disparos en una urbe a, por ejemplo, 50 metros de separación del objetivo. Si para quien está entrenado en estas lides del tiro de precisión no resultaría del todo fácil hacer blanco en una cabeza humana a más de 25 metros, ¿cómo creen ustedes, amigos lectores, que finalizaría la cosa para quienes tiran poco y mal a distancias más cortas, si es que alguna vez lo han hecho en los últimos X años?

Una respuesta a tiro limpio en un casco urbano, tratando de impactar en la cabeza o en el tren inferior de un adversario, o sea en zonas corporales normalmente no blindadas por las prendas de protección pasiva más al uso, supondría, si el tirador cuenta con el entrenamiento medio, regar de balas perdidas la calle protagonista del incidente. Insisto, poder se puede, pero no todo el mundo puede hacerlo con garantías de eficacia.

disparo_pistola_larga_distancia
Por supuesto que un proyectil policial es letal en un disparo a 50 metros. Otra cosa es efectuarlo con la precisión deseada

Ahora bien, si a cortas distancias ciertamente suelen producirse agresiones sorpresivas que obligan al organismo del defensor a experimentar reacciones nuevas, extrañas y contradictorias a nivel biológico, hormonal y psicofisiológico, que suelen impedir apuntar y discernir con rapidez y con buen nivel resolutivo qué y cómo hacer las cosas, más aún cuando no se está bien adiestrado. Esto tal vez no sea un fenómeno tan acusado cuando aumentan los metros de separación entre los actores que se ven enfrentados entre sí. No es que no vaya a existir estrés y presión emocional, pero el mayor rango de tiro sugiere menos sorpresa y, por ende de la distancia, también más posibilidades de que todos los intervinientes erren sus disparos (también el malo).

Policías contra un Kalashnikov
Pero esto ya ha pasado en España, me refiero a que funcionarios de nuestras fuerzas de seguridad se han enfrentado a tiros a malvados que disparaban con armas de mucha mayor potencia y alcance que las de puño de los agentes. Si bien es cierto y verdad que los casos que domino, en cuanto al conocimiento de sus fases de desarrollo y resolución, no superaron el rango de los 12 metros; en uno de estos supuestos reales dos policías tuvieron un violentísimo encuentro de plomo y pólvora con tres atracadores protegidos con chalecos antibalas, que escupían muerte con un Kalashnikov y con dos escopetas del calibre 12. También contaban con granadas de mano, aunque estas, por suerte, no llegaron a ser empleadas. (Ver el capítulo 19 del libro «En la línea de fuego», de la editorial Tecnos).

El resultado de esta tremebunda intervención fue, y repito que la distancia de tiro no superó los 12 metros: un atracador muerto, ningún policía herido de bala, un detenido, un fugado y varios civiles heridos por esquirlas de plomo y latón. Se da la circunstancia de que el fallecido fue alcanzado en la cabeza, en la región frontal. Por su localización en el mapa anatómico, la lesión representaba un impacto de película. Aunque varios mandos policiales y algunos políticos se apresuraron a vanagloriarse por el resultado final del incidente, presumiendo del nivel de pericia de los policías actuantes, la verdad es que para obtener este único acierto fueron consumidos sobre 20 cartuchos. Significar que uno de los agentes intervinientes no había disparado jamás con su pistola, si bien varias veces sí había hecho fuego con una igual, durante su periplo académico: estaba a punto de finalizar su periodo de prácticas, limitándose y circunscribiéndose su experiencia a los pocos disparos efectuados en la escuela de policía.

cuerpo_humano_3dMe reitero a propósito: poder se puede, pero no todos pueden hacerlo, ni tampoco todos deben intentarlo siempre. Si para lo más común y frecuente no solemos estar entrenados, y mucho menos aún mentalizados y concienciados, quiero decir para encuentros a cortas distancias, ¿cómo vamos a estarlo para lo menos habitual? El compromiso de muchos instructores, jefes, sindicatos y administraciones públicas es nulo, se debata sobre apuñalamientos en el recibidor de un banco, sobre tiroteos en una extensa y asfaltada avenida, o incluso si se habla de un atrincheramiento rural. Estos temas resbalan, provocando suavonas urticarias mediatizadas, más todavía en época electoral.

No puedo dejar de acordarme de un señor con el que años atrás entrené no pocas veces. Siempre que nos dábamos cita conjunta en el campo de tiro consumíamos muchos cientos de cartuchos. Era, como se suele decir en el argot policial, una puta máquina tirando: a 50 metros siempre agrupaba en la cabeza de la silueta, siendo también muy bueno en la realización de divertidos recorridos de tiro. Procedía de una conocida unidad especial de nuestras fuerzas estatales, pero cuando a 2 metros de distancia del blanco se le sugería un supuesto defensivo inesperado: desenfundaba, alimentaba la recámara, asía la pistola con las dos manos, apuntaba perfectamente y, por supuesto, destrozaba la cabeza del presunto atacante. Eso sí, siempre en estático: sin moverse un solo centímetro de donde se encontraba, adoptando una impecable posición de manual y con todas las articulaciones del cuerpo perfectamente anguladas. Estaba para inmortalizarlo en una fotografía y sacarlo en póster. Para “shuparse” los dedos, como a mí me gusta decir. Afortunadamente, con el tiempo llegó a comprender que estas respuestas tan coreografiadas sólo le valían para seguir cualificándose en el Cuerpo como tirador selecto, o como quiera que se le llame en cada institución. Vaya, acabo de recordar que era instructor de tiro y que incluso había ejercido como docente del ramo, tanto en España como en el extranjero.

Siendo como es totalmente verdad que públicamente abogo por enseñar a los funcionarios a actuar ante los supuestos más cotidianos, como podría ser desenfundar y disparar rápidamente a un metro de distancia de la silueta, o sacar la pistola para conminar, sin llegar a tirar, pero sin dejar de moverse para alejarse del riesgo; no es menos cierto que en mis líneas de tiro siempre sugiero que se practique el tiro de precisión desde distancias más generosas, a ser posible bien protegido desde un parapeto.

Eso sí, tal cual sigue siendo el percal criminal de nuestra sociedad, a esta última modalidad no le dedicaría, como de hecho ya vengo haciendo cuando los tiradores son patrulleros, más de un cuarto del tiempo disponible y de los recursos materiales del día (blancos, munición, etc.). En cualquier caso, es muy importante que el adiestramiento siempre tome como base aquellas reacciones naturales y autónomas a las que todo ser humano sano puede verse sometido, si su cerebro percibe la posibilidad de perecer, aunque esto no sea más que una equivocada apreciación cerebral. Si sabemos cómo responde nuestro cerebro y el resto del cuerpo ante momentos de supervivencia frente a otros Homo sapiens, y esto es algo conocido a tenor de lo que los neurocientíficos y los especialistas en evolución humana ya han acreditado en numerosísimos estudios, es de género tonto seguir diseñando recorridos y demás ejercicios de tiro policial en sentido completamente opuesto al de los instintos naturales que nos han llevado a ser la especie animal más evolucionada y dominadora del planeta. Somos monos en versión 3.0, pertenecientes al modelo más avanzado y eficaz del momento.

Categorias: Policial

Etiquetas: ,,,,,,,,

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.