NO A LAS PISTOLAS DE AGUA EN LA GRAN PANTALLA

Por más que me guste el cine, que me gusta mucho, no paso de ser un mero cinéfilo nada experto. Lo mismo veo producciones nacionales que extranjeras, pero no me trago cualquier cosa, sea cual sea su procedencia. Con las teleseries tres cuartos de lo mismo. Y atención, mis géneros favoritos no necesariamente son el bélico y el policial, como quizá alguien pudiera imaginar: me gustan las cosas bien hechas, si bien rehúyo de lo excesivamente fantasioso y ficticio.

Pero como si acaso sé de algo es de tiro, armas, balas y policías, cuando veo películas españolas en las que estas cosas cobran algún protagonismo no puedo evitar despotricar ante las burradas que nos suelen meter por los ojos. ¿Por qué carajo las producciones autóctonas son tan infieles e imprecisas con todo lo que conlleva el uso de armas y con las actuaciones policiales? Y no solo eso, porque también la cagan, y no saben cuánto, en lo relativo a uniformidad, divisas, emblemas, fundas, etc.

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Fotograma de la teleserie española «Los nuestros», una de las que más críticas ha recibido recientemente en lo relativo a su ambientación y atrezo de los personajes

Cada dos por tres me pregunto a qué clase de asesores y utilleros recurren los responsables de producción a la hora de adquirir el atrezo para las puestas en escena. Aunque las condecoraciones no son mi campo, soy capaz de reconocer algunas medallas, por lo que me pregunto cómo un joven oficial del Ejército español, de no recuerdo qué película, puede lucir en su guerrera una condecoración de excombatiente de la Guerra Civil cuando la peli recrea, precisamente, hechos de la España constitucional.

Fue para cortarse las venas aquella imagen de un maestro de esgrima del siglo XIX que mostraba a una dama sus armas y condecoraciones, apareciendo entre estas últimas varias distinciones de la campaña de Sidi Ifni, además de un emblema de la Guardia Civil de Tráfico. O si no aquel actor que hacia el papel de brigada de la Guardia Civil, con aspecto y vocabulario de veinteañero, que decía que acababa de salir de la academia. En la misma película aparecía, para mayor descrédito de la obra, un coronel al que se dirigían como “mi capitán” o como “mi comandante” a lo largo de dos capítulos. Sí, es cierto, estas cosas pasan inadvertidas para el común de los espectadores, pero pudiendo hacerse las cosas bien, no deberían hacerse mal, digo yo.

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Los errores en la gran pantalla no son sólo autóctonos. Algunas producciones estadounidenses también tienen fallos como este. Apuntando con un fusil STEYR AUG con el ojo vendado…

No soporto ver cómo quieren hacernos creer que nuestros agentes de investigación, o sea los de las unidades de Policía Judicial, hacen ostentación de su condición en la vía pública luciendo descaradamente el pistolón. Sé que en Estados Unidos puede pasar, lo he visto, pero si queremos imitar sus grandes producciones empecemos por otros aspectos.

Pero más sorprendente e irreal es que estos policías hagan uso de fundas destinadas a servicios uniformados. ¡Un poquito de rigor, por favor! Me consta que los artistas se permiten ciertas licencias, siempre ha sido así y ello forma parte del propio arte, pero algunas cosas de las que estoy criticando son faltas de respeto a la verdad y al sentido común.

Hace unos meses fui requerido por un productor audiovisual para que le prestase algunas armas. Iban a ser empleadas, como finalmente sucedió, en la filmación de un cortometraje. El director, un profesional ya afamado, iba a rodar un atraco. Me pidieron fusiles de asalto, obviamente inutilizados, o de esos de imitación. Necesitaban tres de estas armas. Les ofrecí mi opinión: mejor una escopeta y un par de armas cortas. Aceptaron y les pude prestar, porque a mí también me las prestaron, una escopeta del 12, un revólver y una pistola. Finalmente no sé qué usaron ni cómo, pero desde luego esto ya tenía más viso de realidad que tres fusiles M4 o AK-47 en manos de lo que iban a ser, según me trasladaron, atracadores menores de edad y noveles.

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Algunas películas o series de televisión parece que utilizan este tipo de atrezo de juguete

Tampoco es real que los jefes de policía griten e insulten, sistemáticamente, a sus subordinados. Jamás lo he vivido. Algunos mandos me han ofendido con su insulsa y vomitiva mera presencia, amén de por su manifiesta impreparación profesional, pero ellos no tenían la culpa: cual títeres, formaban parte del decorado orquestado por quienes mueven los hilos desde detrás de las cortinas. Perdón por el desahogo.

Una vez tuve que cambiar de canal cuando uno de nuestros polis más televisivos se presentó, en el mismo capítulo, como inspector jefe, como inspector y luego, para acabar, como comisario. Seguro que los profesionales de la salud detectarán las mismas aberraciones en las series en las que los mismos actores cambian las porras por los fonendoscopios.

Todo esto no desentonaría, y encima quedaría de lujo, en las producciones del maestro Santiago Segura, pero cuando a una filmación se le quiere dar un toque serio hay que obrar en consecuencia. Es inadmisible que el guapo de la serie vaya vestido de guardia civil conduciendo un coche patrulla de un cuerpo de Policía Local.

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