La Muerte Negra, o casi: la demonizada munición de punta hueca Black Talon

Escrito por Pedro Pablo Domínguez Prieto,

Durante mis años de afición a las armas he escuchado y leído multitud de relatos referentes a armas y municiones, sus características, usos y efectos, que se podrían calificar poco más que de mitos o errores, cuando no directamente de invenciones o mentiras. De hecho, hay un refrán que circula entre los aficionados a la balística que dice algo así como: “hay embustes, mentiras descaradas… y balística de efectos”, lo que viene a representar el nivel de necedad que se ha alcanzado en los informes relacionados con el tema (vienen a mi mente Marshall y Sanow, por ejemplo).

Clint Eastwood interpretando al detective Harry Callahan, con su inseparable revólver .44 Magnum
Desde luego, no hay municiones “mágicas”, por mucho que los fabricantes traten de convencernos de lo contrario en su publicidad. No obstante, no es menos cierto que la unión del desconocimiento general con una buena campaña publicitaria, puede resultar en que el público realmente llegue a creer que el calibre “X” o el proyectil “Y” dejarán “seco” al individuo en el que impacten casi instantáneamente, o que le causarán heridas terribles, que no se correspondan en principio con el tipo de munición.Un ejemplo “de libro” es el caso del .44 Magnum, cuya aparición en la película “Harry el Sucio” acabó con las existencias de revólveres de ese calibre. No era el más potente, ni siquiera el más adecuado para el uso que se le daba en el film, pero ya nadie se sentía “seguro” sin uno al cinto.

Esto ocurre en general en nuestro país con las puntas huecas, que básicamente lo que hacen es aumentar la sección frontal del proyectil, y que muchos mitifican, e incluso rellenan con ingredientes exóticos (una vez más, sufrimos los desvaríos de periodistas y guionistas de cine).
En general, este tipo de proyectiles están bien “incrustados” en la conciencia colectiva, incluso en la de los jueces, con resultados nefastos a la hora de justificar su uso, como ya sabemos. Y todo ello en un país en el que la cultura de las armas no está muy extendida, y en el que los fabricantes de munición no publicitan abiertamente las propiedades de sus productos. Bastaría que un distribuidor de munición destacara las “bondades” (más bien maldades, según se mire) del cartucho para que una legión de críticos lo demonizara, y que poco después los políticos prohibieran esos proyectiles “diabólicos”. Como digo, esto sería normal y entendible en nuestro país, pero… ¿podría ocurrir algo semejante en un país donde sí existiese cultura de las armas? La respuesta es sí, por mucho que nos sorprenda.
Esta es la historia de la munición Winchester Black Talon

La Black Talon fue la estrella de Winchester/Olin en el SHOT SHOW de 1991, representando la culminación de un intensivo desarrollo para mejorar la balística terminal de las municiones de punta hueca. Básicamente este proyectil, tras expandirse como cualquier otro de su tipo, mostraba unos bordes afilados (o “talones”, de ahí su nombre), abiertos hacia el exterior en forma de pétalos. En teoría, estos bordes afilados dañarían una mayor cantidad de tejido que otras puntas equivalentes. La munición adoptaba el adjetivo de “black” gracias a un tratamiento que oxidaba la cubierta de cobre, dándole un aspecto similar al de los proyectiles bañados en grafito o en disulfuro de molibdeno. En concreto, el tratamiento se denominaba Lubalox.
Las Black Talon se fabricaron en los calibres 9mm Luger, 10mm Auto, .40 S&W, .45 ACP, .357 Magnum, .44 Magnum, y varios de arma larga.

Desde el primer instante, Winchester lanzó una campaña publicitaria centrada en la supuesta letalidad de la munición, la cual en su momento no pudo ser demostrada científicamente. De hecho, la Black Talon no estaba siquiera cargada a presiones “+P”. Sin embargo, el fabricante pagó a supuestos “expertos” provenientes del mundo policial para que declararan públicamente la efectividad de esta munición. Algunos llegaron a afirmar que el proyectil salía del cañón girando a 100.000 revoluciones por minuto. Otros dijeron que la coloración negra de la punta se debía a un material especial que la convertía en perforante (“Dallas Morning News Report” del 15 de octubre de 1999) y “asesina de policías”.

Otros medios de la época publicaron que: “Las balas asesinas de policías se venden sólo a las fuerzas del orden, tras las declaraciones de varios agentes que afirmaron que las Black Talon penetran puertas de automóviles y chalecos de Kevlar” (“The Estándar Times”, del 11 de septiembre de 1995). “Las balas de 9mm se desintegran tras el impacto, liberando cuchillas en forma de garra que destruyen tejidos y órganos” (“Salt Lake Tribune”, de 23 de noviembre de 1993).

Hasta aquí todo positivo. En realidad la comunidad policial aún estaba en proceso de recuperación tras la masacre de Miami de 1986, y reclamaba cartuchería que no diera opciones a los delincuentes. Sin duda, toda la propaganda vertida en los medios había condicionado al público en general, lo que tuvo graves consecuencias cuando la munición fue utilizada “en la calle”.
El jueves 1 de julio de 1993, un corredor financiero de 55 años llamado Gian Luigi Ferri, entró en el despacho de abogados Pettit & Martin armado con 2 pistolas Intratec de 9 mm Luger, y una Colt del calibre .45 ACP. Tras abrir fuego, 8 empleados cayeron muertos y 6 heridos, antes de dispararse él mismo con fatales consecuencias. La munición empleada (no toda) incluía Black Talons.
Los periódicos de la época hablaron de heridas “devastadoras y mortales de necesidad”. De nada sirvió que el médico forense que examinó los cadáveres, Boyd Stevens, afirmara que el efecto de las Black Talon no era muy diferente del causado por los proyectiles de otras marcas usadas por el asesino. De hecho, muchos de los proyectiles no llegaron a expandirse. Esto ocurre comúnmente con las puntas huecas, al introducirse ropa u otros elementos en la cavidad. Cuando esto sucede, el proyectil se comporta como un blindado.

Los titulares de la prensa comenzaron a afectar a la imagen de Winchester, que 4 meses después decidió retirar la marca comercial “Black Talon” de su catálogo. Apenas un mes después, el ciudadano jamaicano Colin Ferguson se subió al tren que cubría la línea Este en la Terminal Atlántica de Brooklin. Tras un trasbordo en Queens, este sujeto subió al tercer vagón del Long Island Rail Road, con destino a Hicksville. Compartía coche con nada menos que 80 pasajeros, que en ningún momento sospecharon que su compañero de viaje portaba una Ruger P-89 y unos 160 cartuchos extras para recargar.
Al aproximarse a la estación de Merillon Avenue desenfundó la pistola y comenzó a disparar, alcanzando a sus víctimas conforme avanzaba por el vagón. Tras disparar 30 cartuchos, matando a 6 personas e hiriendo a otras 19, varios pasajeros lo inmovilizaron cuando trataba de introducir el tercer cargador. Este sería uno más de los sangrientos episodios dados por aquellas latitudes, de no ser porque Ferguson utilizó munición del tipo Black Talon.

expanded0hr7En 1996, uno de los familiares de las víctimas denunció a Olin como responsable civil, ya que el diseño especial de la Black Talon “incrementaba el poder lesivo del proyectil expandido, cortando y desgarrando el tejido y los huesos mientras atravesaba a la víctima”, y “su principal objetivo era matar o causar graves heridas”.Sin embargo, la Justicia entendió que la demanda sólo se podía sustanciar en un “fallo” de la munición, no en su correcto funcionamiento (realmente estaba diseñada para eso), de modo que la desestimó. De hecho, desde la misma Winchester debieron salir al paso y declarar que, en realidad, la munición no era más dañina que otras similares, pero ya era tarde.


Desde el mundo médico se criticó la munición por el peligro que suponía para los facultativos, el retirar estos proyectiles del organismo de las víctimas. Cualquiera de las cuchillas podía cortar los guantes de goma, con el consiguiente riesgo de infección. Por ello se llegó a desarrollar una técnica consistente en hacer una radiografía en 2 dimensiones para determinar el tipo de proyectil antes de la intervención.IMG_0097_zpsd3e9d65aIncluso figuras políticas como el senador Patrick Moyrihan (famoso por su cruzada contra las armas), se unieron a la polémica, llegando a declarar en una entrevista que la Black Talon estaba diseñada para “destriparte”.
Los periodistas se agolpaban a las puertas de Olin/Winchester, llegando a “meter la cámara” por la ventanilla del coche al presidente Gerald W. Bersett. Eso fue la gota que colmó el vaso, y la Black Talon fue retirada oficialmente del mercado en 2000. De hecho, es un caso excepcional de cómo una campaña de prensa, combinada con presiones de grupos contrarios a las armas, y el desconocimiento general del público, lleva a la prohibición de un tipo de munición.Lo gracioso de la historia es que el proyectil en sí no fue retirado, sino que literalmente se le “lavó la cara”: el nombre Black Talon desapareció, como también lo hizo el tratamiento de óxido (y por consiguiente el color oscuro). El resultado fue la llamada Ranger SXT (Supreme eXpansion Technology) o como se la conoce jocosamente “Same eXact Thing” (exactamente la misma cosa). La SXT difiere en algunas cotas de diseño, pero la característica principal (los “talones”) permanece intacta.En 2007 se volvió a cambiar el diseño para hacer más fiable la expansión, cambiando el nombre a Ranger-T. Esta munición mejoraba la expansión respecto a su predecesora:

Finalmente en 2009 se presentó la Bonded PDX1, diseñada para mantener la integridad del proyectil tras atravesar barreras, como cristales o puertas. Por lo demás, si recuperamos uno de estos proyectiles de un bloque de gelatina, bidón de agua (o incluso de un organismo), el patrón de expansión será muy similar al de la Black Talon original.Esta cartuchería, en calibre .40 S&W, es reglamentaria en el FBI norteamericano. A continuación incluyo varios enlaces a pruebas balísticas en las que se testan estas balas:http://www.btfh.net/shoot/bullet-test-2.html
http://www.btfh.net/shoot/bullet-test-3.html
http://www.btfh.net/shoot/bullet-test-7.html
http://le.atk.com/pdf/LosAngelesWBW.pdf
http://le.atk.com/pdf/RiversideWBW.pdf
http://le.atk.com/pdf/SantaClaraWBW.pdf
http://le.atk.com/pdf/FresnoCountyWBW.pdf
http://le.atk.com/pdf/KernCountyWBW.pdf
http://le.atk.com/pdf/SacramentoCountyWBW.pdf
http://le.atk.com/pdf/SanAngeloWBW_Report.pdf
http://le.atk.com/pdf/PierceCountyWorkshop.pdf
http://le.atk.com/pdf/San.pdf
http://le.atk.com/pdf/PortlandWoundBallisticReport1.pdf

Como se puede apreciar, no hay una diferencia significativa entre la desaparecida Black Talon y otros cartuchos que hoy se consideran de uso corriente, incluso reglamentario en unidades policiales.

La historia de la Black Talon nos deja una enseñanza clara: la desinformación, o la información interesada, puede causar un grave daño a la imagen o incluso generar condenas por diversos conceptos (exceso en la aplicación de la fuerza, responsabilidad civil) a los miembros de las fuerzas de seguridad que utilizan determinado equipo.

Hasta puede privarles de un equipo que podría serles necesario en según qué actuaciones (véase el caso de los kubotanes). Por tanto, es labor de aquellos que divulgan conocimiento acerca de temas policiales el ser lo más rigurosos posibles en sus afirmaciones, huyendo de “leyendas urbanas” que no sabemos en qué pueden desembocar, o en boca de quién las oiremos mañana.

AutorPedro Pablo Domínguez Prieto

Categorias: Policial

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