UNA HISTORIA DE LUCHA Y SUPERVIVENCIA POLICIAL

Este artículo hace mención a un grupo de policías y al que, para mí y para muchos muchísimos garantes de la seguridad, ha sido un referente a seguir. Es una excelente persona, gran profesional donde los haya, un superviviente, que así lo ha demostrado, no solo el día en el que protagonizó, sin esperarlo ni buscarlo, una de las intervenciones policiales más arriesgadas que se habían efectuado por la zona. Hablo de José Ramón Quirant, Policía Local de La Vall d’Uixó, sucesor de una estirpe de policías, de sangre azul, de pura raza. Para mí y creo que para todo aquel que lo conozca personalmente, es sin duda un ejemplo de profesionalidad, personalidad, entereza y predisposición a la positividad, amabilidad y compañerismo.

La historia de este Agente se remonta a hace ya muchos años de lo que voy a relatar. Fue por el año 2000, un día laboral cualquiera, en una pequeña población de la provincia de Castellón, cuando justo se realizaba el cambio de turno de la Policía Local como cada día. En ese momento se recibió una llamada telefónica informando de un presunto robo en una sucursal bancaria, próxima a la Jefatura Policial. Dio la casualidad de que la llamada fue atendida en primera instancia por el padre de José Ramón (también Policía Local al que le restaba poco más de un año para la jubilación), coincidencias de la vida. Fue entonces cuando un grupo de profesionales y valerosos policías, no todos los presentes acudieron a la llamada del deber, salieron a hacer aquello para lo que se hicieron funcionarios policiales, además de ir implícito en la nómina. De todos los que salieron, se dividieron para dirigirse hasta el lugar de los hechos.

Quiso el destino que José Ramón se encontrara en su camino a un hombre que se desplazaba por la acera contraria a la suya y que provenía de la entidad bancaria en la que se estaba produciendo el atraco.

El Solitario en una sucursal bancaria disfrazado

El sentido policial le indico que algo no cuadraba, que no formaba parte del entorno de un robo a una entidad bancaria, ya que si ésta persona que vestía con bastante elegancia (chaqueta y pantalón de pinzas), que portaba un maletín de cuero y que andaba tranquilamente hacia la posición donde se hallaban José Ramón y un compañero que acudió al aviso junto con él. Si este sujeto no se había atrevido a entrar en la sucursal bancaría sería porque habría visto algún movimiento en su interior, lo que le habría infundido temor. Por lo que su manera de desplazarse no era la adecuada a una situación de tal entidad.

Este personaje discurría entre los vehículos, los que le ofrecían un parapeto para un eventual enfrentamiento armado, tipo listo. Mientras que nuestro querido policía se encontraba desprovisto de tal cobertura, al estar prohibido el estacionamiento en su lado de la acera.

Cuando se encontraban a escasos 5 metros de separación, su compañero que andaba unos metros más adelantados que él (formando un triángulo entre los 3), de repente giró sobre sí mismo y le dio el común y conocido “alto Policía”. Quizá porque al llegar a su altura y pasar junto él, le había llamado la atención su aspecto (barba y peluca postizas).

Fue en ese momento cuando el viandante extrajo un revólver de gran calibre, que llevaba oculto bajo la chaqueta y efectuando el denominado “tiro de cadera”, disparó al compañero de José Ramón, llegando a alcanzarle en la pierna izquierda y provocándole la caída por el impacto. Quiso el destino que el proyectil se desviara de su trayectoria al impactar la bala en un manojo de llaves que portaba el policía en el bolsillo.

Ante esta situación, nuestro compañero José Ramón extrajo su arma y recordando lo que tantas veces había leído sobre el uso del arma por parte de Agentes de Policía, intentó apuntar a partes NO vitales (en éste caso, sólo tenía visible el tronco del atracador ya que las piernas estaban protegidas por el vehículo tras el que se encontraba). Apuntó a la zona del hombro y brazo izquierdo, llegando a efectuar 2 disparos. Decir que erró los disparos, pero no porque no fuese un buen tirador, sino porque su estado fisiológico del enfrentamiento no se lo permitió. Los impactos dejaron sus huellas durante mucho tiempo en la pared situada a la espalda de su agresor.

Sin saber por qué, José Ramón, se vio en el suelo mientras continuaba disparando al atracador para evitar que éste pudiera seguir disparando hacia su posición. Pudo ver cómo el ladrón huía agachado buscando la cobertura que le daba su chaleco balístico y los vehículos estacionados.

Perfil y equipamiento del Solitario para perpetrar sus fechorías

En un primer instante pensó que su caída se debió a que se había golpeado con uno de los bolardos de hierro de la acera. Tardó varios minutos (hasta que observó que su atacante huía por una de las calles que llevaban hasta el lugar donde tenía un vehículo estacionado para emprender la huida) en poder recuperar la calma, hacer acopio de serenidad y entender el por qué no se podía levantar del suelo. Fue cuando observó que su pierna derecha tenía el pie ladeado debido a que tenía fracturados la tibia y el peroné a causa de un disparo recibido. Debido a la pendiente de la calle, un gran reguero de su sangre fluía calle abajo.

Tengo que decir que José Ramón, había pertenecido al grupo nocturno, y le gustaba practicar el uso del arma, independientemente de los comentarios soeces que todos hemos escuchado en algún momento de nuestra carrera profesional, por preocuparnos en aprender o perfeccionarnos. Lo que he podido ver es que si te dedicas al tiro deportivo, está bien visto y si encima ganas algún trofeo mejor, eso parece impresionar a tus compañeros. Pero no está bien visto que entrenes el tiro policial de manera continua, eso es de “flipaos”. Aunque poco a poco por suerte eso va cambiando.

Fue un transeúnte el que con su cinturón le procuró un torniquete y las primeras asistencias hasta que llegaron los sanitarios. Todo esto sucedió en la misma calle donde a pocos metros del incidente se encontraba el jardín de infancia donde sus hijos de apenas de unos años de vida pasaban la mañana. El sujeto que le relegó a la mesa de operaciones y a acabar su vida profesional detrás de una mesa, no era otro que el famoso ladrón de bancos español conocido como “El Solitario”, un tipo frío, calculador, un psicópata, un asesino de policías.

Los compañeros que habían tomado el otro camino, se toparon momentos después con este ladrón de bancos y de nuevo se produjo otro enfrentamiento armado con resultado de la muerte de un compañero. El ladrón consiguió huir y sustraerse de la acción de la justicia, para ser atrapado más tarde.

Las heridas que se le produjeron a nuestro compañero José R. fueron curando con el paso del tiempo. Tuvo que soportar cinco intervenciones, dos estancias en el hospital y más de 2,5 años de rehabilitación. Heridas que a fecha de hoy están más que cicatrizadas, y que le produjeron secuelas que se verán agravadas, lógicamente, por el paso del tiempo y la edad.

Sin embargo, y esto es algo que los que hemos tenido la oportunidad de escucharlo, en alguna ocasión, cuando relata su experiencia, hay una herida que no acababa de cicatrizar y es la indiferencia de la administración, y lo peor pienso yo, la que provenía de algunos de sus propios compañeros.

Nunca se abrió una investigación a nivel interno en el cuerpo policial para averiguar por qué sólo acudieron a la entidad bancaria los cinco agentes, pese a que el hecho se produjo a la hora en la que se efectuaba el cambio de turno, por lo que allí presentes estaban los agentes del turno saliente más los del turno entrante.

Pero no pasa nada, dicen que el tiempo pone las cosas en su sitio, y así ha sido. Después de casi 16 años, la justicia les dio la razón al condenar al autor material del robo. Reafirmando que la actuación policial, la de aquellos que salieron a dar la cara, fue ajustada a derecho. Actualmente José R. disfruta de su trabajo policial en una merecida segunda actividad.

La mayor condena por atracos en España es por el atraco a la sucursal de la Vall, de esta manera se refuerza la acción de aquellos policías que salieron aquel día a cumplir con su obligación

Aunque he de decir que José R. no deja de asistir a ponencias, charlas y cursos relacionados con el mundo de la seguridad. Al igual que se repuso de sus heridas físicas, sus heridas emocionales no le dejaron secuelas. Lo he visto más de una vez de manera desinteresada y altruista compartir con los compañeros que se lo han pedido los detalles de aquel fatídico día.

Pero que nadie se lleve a engaño, nunca le he oído contar heroicidades o colgarse medallas, todo lo contrario. Cuando cuenta su experiencia lo hace desde un punto de vista imparcial, claro, natural y cierto de los hechos. Habla de los errores que cometió aquel día, habla abiertamente de las carencias de formación en tiro policial, de la escasez de prácticas de tiro de aquella época. Es un superviviente de una agresión armada, que ha aportado mucho formativamente, compartiendo la verdad de su intervención armada, de la que hemos aprendido mucho.

Fue propuesto para la Medalla de Oro al mérito policial y el gran día de la entrega, en el que se le ofrecía este reconocimiento, José R. NO acudió al acto. El motivo de su ausencia es que José R. quería compartir ese reconocimiento con el resto de agentes que acudieron y que persiguieron al Solitario hasta caer exhaustos por el esfuerzo. Hay que recordar que cuando el ladrón de bancos logró subirse a su vehículo y emprender la huida a gran velocidad, efectuó varios disparos contra los agentes, para lo que utilizó un subfusil. Ellos, que se jugaron el todo, no fueron si quiera propuestos para reconocer su valor y entrega.

Fragmentos del proyectil extraídos de la pierna de José Ramón

Su compañero José Ramón entendía que eran merecedores de ese reconocimiento incluso más que él. El motivo es que cuando sus compañeros iniciaron la persecución a pie del Solitario ya tenían conocimiento de las heridas que había sufrido José R. y sabían del trágico desenlace con resultado de muerte que se había producido, pudiendo haber obviado su obligación como POLICÍAS.

Sí hay algo que afectó a todos los intervinientes en este y en otras muchas de los enfrentamientos armados que se suceden en este país, y de lo que no se suele hablar mucho. Me refiero a la falta de apoyo de algunas administraciones, pero el que más duele es la falta de apoyo moral y los enjuiciamientos por parte de los que son tus compañeros, debemos recordar que también nos puede pasar a nosotros. Cito unas palabras de un gran compañero “como Policías acataremos y respetaremos las sentencias, pero como personas debemos mostrar nuestro lado humano con las víctimas sean las que sean”.

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