REFLEXIONES DELANTE DE UNA SILUETA

“En mis primeros tres años en el Cuerpo solamente fui un par de veces al tiro. Y desde que estoy en esta unidad operativa, que ya va para cinco años, voy una o dos veces al año, pero siempre hago lo mismo y además nunca disparo más de quince cartuchos. Yo no sé mucho de estas cosas, Ernesto, pero creo que es insuficiente. Así se pronunciaba mi amigo Jordi hace unos días, durante el ‘ratillo’ que echamos juntos en la galería de tiro.

Tan escueto entrenamiento con el arma es ridículamente peligroso, aunque se preste servicio en una unidad destinada a labores administrativas. Pero este no es el caso del hombre del que estoy escribiendo. Este funcionario trabaja en una zona criminalmente muy caliente del país, un punto de paso obligado de drogas, armas, terroristas, narcotraficantes, etc.

Jordi participa en entradas y registros de inmuebles; monta controles de vehículos y personas; traslada presos y detenidos; interviene en alteraciones del orden; disuelve tumultos y restablece el orden cuando éste es subvertido. Pero además de todo eso, también atiende llamadas ciudadanas de todo tipo. Es, por tanto, un típico policía de seguridad ciudadana, un patrullero con competencias un tanto elásticas y próximas a situaciones comprometidas y arriesgadas.

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El autor, Ernesto Pérez Vera, en plena instrucción a sus alumnos

Pese a que a Jordi y a su unidad se les presupone un nivel de formación superior al de la media, esto no parece cumplirse. Mi colega, ávido de conocimientos, no perdió puntada de cuantos comentarios yo iba vertiendo durante nuestra sesión de entrenamiento. Oía, asimilaba y practicaba. Comprobaba. Entre ensayo y ensayo, preguntaba. Esa es la clave, preguntar y recibir respuestas.

No es la primera vez que me cuentan las mismas penas, en absoluto. Lamentablemente esto ya se ha convertido en una situación normalizada, aunque muchos lo ignoren…, aun siendo los propios afectados.

Hay cuerpos que carecen de planes de reciclaje que incluyan prácticas de tiro. Pero lo cierto es que incluso quienes cuentan con estos planes rara vez los cumplen al cien por cien. No se trata de pegar más tiros, que también, dado que nuestros consumos son tan deficientes que tal vez rocen el delito; lo que hay es que ser serios y responsables. Hay que aprender para saber y luego compartir.

Casi siempre cunde más el gasto de saliva que el de pólvora, siendo ideal el reparto proporcionado y razonado de cada tiro y de cada palabra pronunciada.

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