MUERTE ENTRE BUTACAS

La filmación que hoy analizamos presenta el instante en el que un policía brasileño fuera de servicio cae bajo el fuego de dos atracadores. Falleció. El suceso fue grabado por varias cámaras de seguridad, si bien, aquí, solamente vamos a visualizar la toma de una de ellas.

No importa mucho si el incidente se produjo en una entidad bancaria, en una oficina de empleo, o en un videoclub. Lo que nos interesa es que el agente accede como cliente a un establecimiento público y que, sin demora, trata de marcharse justo tras cruzar el umbral de la puerta. Todos los gestos indican que pudo haber detectado indicios de que algo extraño estaba ocurriendo, pero no logra salir del local: uno de los delincuentes, que se hallaba sentado y mezclado entre los clientes del lugar, se pone en pie, lo sujeta por la ropa, impide que abandone el sitio, esgrime una pistola empuñada a dos manos e inicia una serie de disparos contra él. Pienso que el mundo se debe abrir ante los pies de cualquiera que, de sopetón, se vea ante algo así.


El funcionario, por su parte, reacciona al fuego contrario extrayendo una pistola que porta oculta bajo la ropa, en la región inguinal. Pero el hombre, antes de iniciar su respuesta armada, tuvo que cambiar de mano el casco de motorista que llevaba asido con la mano izquierda, para finalmente dejarlo caer al suelo y poder emplear sendas manos para montar su arma, la cual se encontraba con la recámara vacía. Una clara desventaja que le costó numerosos impactos antes de que pudiera comenzar su tanda de réplica: se vislumbran cinco tiros antes de que el agente efectúe su primer disparo.

En segundos se produjo un violentísimo tiroteo entre ambos contrincantes, sin que el rango de enfrentamiento superara nunca los 5 metros, habiéndose iniciado a no más de 2. No es fácilmente apreciable, pero el policía recibió fuego simultáneo de los dos criminales, durante al menos una parte de la refriega (tiempo 2”07’ del vídeo).

Se advierte claramente cómo los dos principales protagonistas se mueven, desplazándose, a la vez que desenfundan y disparan. Es posible, pero que muy posible, que ninguna de las partes hubiera recibido adiestramiento especifico en este sentido, en el de moverse para ganar distancia y, a la par, ponérselo más difícil al contrario. Los dos hombres se dejaron llevar por el animal salvaje que aún podemos ser los Homo Sapiens, en según qué momentos y circunstancias de la vida.

La situación debió ser tan brutal, sobre todo para la víctima del sorpresivo ataque, que sus cerebros reptilianos seguramente tomaron el control emocional de las acciones, discriminando toda posible respuesta cognitiva. Típico, lógico, natural y me atrevo a decir que hasta saludable. De haber disfrutado el policía de más tiempo de reacción y de suficiente capacidad para pensar, como ocurre en las galerías de tiro, hubiese discernido y adoptado una cómoda posición de tiro, quién sabe si incluso cinematográfica y, además, podría haber enrasado los elementos de puntería de su arma en el entrecejo de su antagonista. Pero no, ese día el instructor no estaba allí para recordarle a nadie que las piernas tienen que estar bien abiertas, y los pies en paralelo, para que los huevos, por inercia, cuelguen bien dentro de la bolsa escrotal. Tampoco había nadie con un silbato marcando el ritmo de los tres segundos de reacción que muchos creen, todavía, un tiempo ideal para desarrollar entrenamientos reactivos. ¿Adiestramiento o autoemboscada? Sencillamente, manidas mentiras. Una forma de institucionalizar la ignorancia y la dejadez. Un clarísimo ejemplo de la deserción del compromiso. Miedo a evolucionar, por vergüenza a reconocer que lo anterior era una entelequia.

supervivencia_policialEn estos casos el objetivo está muy claro y se encuentra totalmente alejado de florituras, de postureos y de falsas calificaciones de tirador selecto, de primera, básico, de tercera, etc. Se trata de sobrevivir a cualquier precio y de cualquier modo, por ello, aunque en estas secuencias no se puede ver, el policía se deshizo de su arma, lanzándola hacia la puerta, cuando vio que ya no tenía muchas opciones de vencer. Tal vez pensó que si los otros dejaban de verlo como una amenaza no lo rematarían. ¿Cobardía? No, en absoluto, simplemente una de las formas naturales de supervivencia que nuestra especie lleva poniendo en práctica millones de años, por herencia evolutiva de nuestros ancestros.

Llevar la pistola presta para disparar hubiera supuesto una gran ventaja para el agente. Pero no nos engañemos, verse inesperadamente delante de dos individuos armados, y tan violentos, nunca resulta moco de pavo, ni es plato de buen gusto para nadie. Podríamos matizar numerosos puntos observados en este incidente, pero quiero hacer hincapié en la fisiología del aparato ocular en situaciones de percepción del peligro. No es momento de dedicar páginas o párrafos enteros al asunto, pero sí que resulta casi de obligado cumplimiento recordar que aunque más del 50% de la actividad cerebral es consumida por el sentido de la vista, el ojo nos puede jugar malas pasadas en momentos vitales como el que estamos comentando.

Así las cosas, todos los participantes en este encuentro armado debieron encontrarse con serias dificultades, difícilmente salvables en tales instantes, para alinear el punto de mira y el alza y, con precisión, encararlos en la zona de tiro deseada. Está demostrado científicamente que el músculo ciliar en estos casos se relaja, obligando al cristalino a perder su forma curva para aplanarse. Ante tal vicisitud se hace del todo imposible que el cristalino, cuya misión consiste en permitir el enfoque de objetos a distintas distancias, se concentre en tan minúsculos aparatos de puntería.

Todo lo anterior no significa que abogue por adiestrar a las personas a disparar sin apuntar. Proponer esto sería una temeridad mayúscula, toda vez que no todos los casos requieren de respuestas reactivas ante agresiones sorpresivas a distancia de saludo; por lo que cuando sí existe un plan premeditado, como policialmente pudieran ser las llamadas que comisionan a los funcionarios a escenarios ya calientes, sí pueden tomarse decisiones razonadas que, como poco, predisponen a los intervinientes para barajar, con alguna porción de tiempo, posibles respuestas favorables.

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