ABANDERADO DE LA MUERTE

El tiempo es la duración de las cosas que se encuentran sujetas al cambio. ¿Es poco o mucho tiempo 5 segundos? ¿Cuántas cosas podemos hacer en este lapso? Pues verán, para realizar según qué cosas es un tiempo muy escueto, ridículo y miserable, pero para llevar a cabo otras cosas es una eternidad. Si lo que hay que hacer no se sabe hacer, porque jamás se ha entrenado y tampoco se ha meditado seriamente sobre ello, entonces nunca se podrá hacer y todo acabará hecho una mierda.

En el vídeo que hoy vamos a comentar podemos ver cómo en cinco segundos un policía con diez años de antigüedad acaba con una vida humana. En realidad, todo sucedió en mucho menos tiempo, posiblemente en un solo segundo, pero desde que el funcionario detectó que contra él se estaba iniciando una acción claramente homicida… hasta que disparó, transcurrieron los consabidos 5 segundos.

video_policia_lousvilleLos hechos acaecen en una vía pública del estado norteamericano de Kentucky, concretamente en una ciudad en la que durante los últimos tres años la Policía Local ha disparado contra 17 personas, en diez casos. Muchas incidencias de esta naturaleza, ¿verdad? No obstante, no piensen que todo fue un jardín de rosas para los funcionarios intervinientes en estos tiroteos, aunque sí en la mayor parte de los casos: dos de los policías implicados fueron expedientados, abandonando el Cuerpo uno de ellos al verse acusado judicialmente de graves cargos. El resto de los incidentes fueron considerados ajustados a Derecho, como suele suceder en España, por más que aquí sólo nos fascine dar pábulo a los hechos que finalizan con agentes condenados. ¡Ah, por cierto!, solo seis de los diecisiete tiroteados fallecieron como consecuencia de las heridas de bala.

El agente de nuestra grabación fue comisionado al efecto de tratar de localizar al autor de un robo con violencia. Al parecer, una mujer había sido agredida por un varón para arrebatarle su bolso de mano, el cual, según el testigo requirente de la fuerza pública, estrelló contra el suelo a la par que el teléfono móvil de la víctima. Dadas las características físicas y de la indumentaria del ladrón facilitadas telefónicamente a la Policía, el funcionario creyó que tal vez podría hallarse frente a la persona que estaba buscando, motivo por el que decidió iniciar la básica, pero no siempre fácil, diligencia de identificación de un sospechoso.

Sin que en estos momentos aún esté claro si este afroamericano fue realmente el autor del tirón, lo que sí parece más que evidente es que no colaboró con quien solo estaba haciendo su trabajo. El ahora fallecido no solamente se negaba a identificarse, sino que mostraba una excitadísima actitud huidiza, amén de grosera para con el patrullero. Posteriormente, se supo que el finado se hallaba bajo los efectos de sustancias tóxicas.

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Momento de la grabación en la que el presunto sospechoso huye y se aleja del agente de policía

Ahora viene la madre del cordero. En la galería de tiro todos podemos ser “excelentes” tiradores, a poco que nos esmeremos y aparquemos el picor que algunos sufrimos con el arma en la mano (que se salve el que pueda). Pero ahí fuera, donde incluso bajo el sol de agosto hace frío delante de un criminal, todo cambia de color y hasta de banda sonora. Los 3 segundos que los instructores acostumbran a regalar en las prácticas de tiro son, aquí, una efímera eternidad, como por descontando también fueron los cinco utilizados por el protagonista de estos párrafos. Y por cierto, no son pocos los docentes de esta materia que alegremente aumentan en dos aquellos tres segundos anteriormente referidos.

Pero esto era la vida real, la puta calle. Ahí fuera no estaba el instructor con un cronómetro colgado del cuello, ni con el mando a distancia de la línea de blancos entre sus dedos. Estaban él, su miedo y un desquiciado, enfermo o no, que quería dejar a alguien sin hijo, y quién sabe si de camino también manufacturar huérfanos y una viuda, o un viudo.

Algunos dirán, y los más prudentes solamente lo pensarán, que ellos hubiesen podido hacer muchas cosas en esos cinco segundos, antes de disparar contra el hostil. Habrá quien piense que con la defensa extensible, o con el Taser, hubiese salvado la situación satisfactoriamente sin quemar pólvora. Puede ser, nunca se sabe, pero la mayoría de quienes lo van a decir, o simplemente lo van a pensar, seguro que nunca han estado en situaciones tales como la que aquí estamos tratando. Es más, muchos no habrán visto una pistola de descargas eléctricas más que en los vídeos de YouTube. Pero me estiro un poco más y aseguro que algunos de los que están reclamando este tipo de medios para sí, critican a quienes ya los utilizan en otros estamentos. Esta sinrazón ha formado parte del ambiente de mi día a día durante muchos años: ante sus afiliados defienden una cosa, ante la prensa postulan la contraria, y durante las orgías de gambas y pelotazos, con los peces gordos y con los políticos, terminan esputando la contraria a todo lo anterior.

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Momento exacto en el que el policía estadounidense se defiende de la agresión disparando con su arma de servicio

Hay más lana que esquilar. Parece que este agente portaba consigo tanto una pistola de impulsos eléctricos como un bastón extensible, pero a tenor de lo que su propio jefe sostuvo ante las cámaras de televisión: “No existió tiempo material para ejecutar una maniobra de transición de medios y de nivel de fuerza”. Pero me pregunto yo, ¿realmente hubiese sido proporcionado disparar con el Taser? En tan precipitada situación, no es fácil garantizar que los dos arpones del Taser vayan a tocar el blanco. Y hay un punto extra: muy probablemente, el Taser que este funcionario llevaba era un modelo de un único uso inmediato por lanzamiento. Esto supone que de haber errado la colocación de sendos pinchos, cosa que a veces sucede, no hubiese gozado de tiempo para, con garantía, aumentar el nivel de fuerza pasando al plomo.

Atención, que nadie interprete que lo expuesto en el párrafo precedente es una crítica contra los protocolos que puedan existir sobre el uso de este tipo de armas de letalidad reducida. Todo lo contrario, estamos ante una eficaz herramienta, pero incluso estas cosas tienen su propio nicho de utilización. Es decir, que vale para numerosas situaciones y no pocos supuestos, pero no es la panacea, como por otra parte nada lo es. Yo voto sí a que exista un Taser en cada dos ceñidores de policías de mi país.

No faltarán quienes aseveren que, ya que no fue utilizada un arma de descargas eléctricas, lo más humano hubiese sido apuntar con la pistola a partes no vitales, ignorando estos “quienes” que la palabra apuntar debe ser desterrada del vocabulario cuando se analizan situaciones de este calado y perfil. Desde mi punto de vista, sería más acertado hablar de dirigir los disparos a zonas teóricamente menos letales. Porque al acuñar esta expresión, “dirigir”, se ha de asumir la perogrullada de que jamás se tendrá garantía de cuáles serán los puntos de impacto. Pues de lo contrario, o sea verbalizando que se “apuntó”, se estaría induciendo a pensar a los jueces, a los fiscales, a la opinión pública y a todo el mundo, que apuntar en estas circunstancias siempre es posible y eficaz, cuando la verdad es que es muy poco probable que el ojo pueda llevar a cabo el enfoque de los elementos de puntería.

Si alguien sostiene que enfocó y enrasó el alza y el punto de mira en el curso de una acción súbita, muy contundente y extremadamente cercana en cuanto a rango de separación de las partes, tal vez no esté contando toda la verdad, a no ser que se trate de un psicópata, o sencillamente, y ojalá esto fuese un hecho empíricamente más abundante, que estemos ante un experimentado combatiente que ha desarrollado una habilidad psíquica cuasi inhumana. Lo que algunos psiquiatras consultados entienden ya como una anomalía de la psique, que acabará enseñando la patita algún día y de alguna forma.

Los 8 metros que distanciaban a los actores, si acaso no eran 7, se habían visto reducidos al contacto físico cuando el agente abrió fuego. Dos disparos, resultantes en dos impactos, provocaron las lesiones de las que dimanó el fallecimiento hospitalario del garrotero. Si bien no se empleó un arma tradicional contra el policía, porque ni era blanca ni tampoco era de fuego, el mástil metálico esgrimido, acompañado de la enérgica y manifiesta intención de causar daño, era susceptible de producir lesiones graves e incluso incompatibles con la vida, en caso de que los golpes afectaran a la bóveda craneal, que era el punto anatómico al que precisamente iban dirigidos.

Finalmente, y más que por otra cosa por pura suerte, el policía no sufrió heridas. Las balas salieron hacia el cuerpo del criminal coetáneamente a los mamporros dirigidos contra el actuante. El uniformado no disparó antes de que estuviesen a puntito de abrirle la cabeza, sino que lo hizo en el mismísimo instante en que esto estaba a punto de suceder. Pienso, y esto es una opinión muy personal, que quizá debió abrir fuego incluso un segundo antes. Este hombre no hizo más que cumplir con lo que nuestra herencia evolutiva y atávica ordena ante tales vicisitudes. Reaccionar de modo contrario delataría alguna patología.

Cabe destacar que el funcionario reculó por lo menos dos metros y medio, sin disparar pero encañonado la fuente del peligro, cuando vio ante sí a semejante energúmeno asta en mano. Esto no supone una maniobra cobarde, sino una respuesta sanamente inteligente. En realidad, es una reacción natural no pensada. Estamos, por tanto, delante de un movimiento inevitablemente instintivo. Es una ancestral forma de lograr la supervivencia, aumentando la distancia entre la víctima y el individuo generador del estrés que produce la posibilidad de perecer. Esto es, así de claro, una muestra de lo que Davis Grossman denomina la gran fobia humana universal: morir a manos de un semejante de nuestra misma especie. Grossman es, además de Teniente Coronel del Ejército estadounidense, un experimentado psicólogo especialista en violencia.

Pese a que la Ciencia ha demostrado que los hombres y las mujeres nos comportamos de un modo generalmente idéntico cuando percibimos un estímulo gravemente amenazante para nuestra integridad física, los planes de formación de las fuerzas de seguridad no diseñan sus programas de instrucción, nunca o casi nunca, al menos no en España, teniendo en cuanta este tipo de reacciones dictadas por el sistema nervioso simpático, o lo que es lo mismo, por el sistema nervioso autónomo. Puede que hasta se esté adiestrando al personal de modo antinatural y contraproducente, lo que sin duda acaba siendo el fiasco que los hechos acreditan continuamente. Embustes susurrados al oído en las líneas de tiro, que se ven amplificados con una cerveza en la mano y que rematan la jugada con torcidos temarios académicos.

El protagonista de nuestra filmación de hoy no jugó a los héroes: justo un instante antes de explotar la situación se hallaba comunicando por radio a su central lo que estaba ocurriendo, a la par que solicitaba apoyo de otras dotaciones. Abandonar la escena e irse, como muchos miserables que yo conozco proponen, no es una respuesta válida ni elogiable, sino legal y éticamente muy reprobable si quien la está poniendo en marcha es un funcionario público con misiones de seguridad. Si a estos les pesan las botas, que entreguen las placas.

Tal y como manifestó el jefe de policía de la localidad en la que este suceso se produjo, lo último que un policía desea es quitarle la vida a otra persona. Pero cuando se trata de un “o tú, o yo”, tanto la fuerza de la lógica como el aplastante poder de la ley se deben alinear, como es el caso, de parte de la víctima.

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4s Comentarios

  1. Avatar

    Tal como veo yo el video y hay que verlo las veces que haga falta, eso sí yo desde mi cómodo asiento el cómodo teclado de mi ordenador y parapetado detrás de una pantalla TFT como si de una luna de vidrio balístico nivel IV + plus se tratase, analizo pero también intento empatizar y esto es lo que me sale… El agente no esperaba una respuesta tan rápida por parte de su agresor en esa llamada escalada de violencia por lo que hizo lo que tenía hacer escaló en respuesta a su atacante para salvar su vida, seguramente ahora le dará vueltas y vueltas al hecho de tener que haber abatído a una persona y cuando salió de casa lo último que hubiese querido es que le tocase a él. Pero le tocó, y su instinto de supervivencia simplemente reaccionó, y el que diga que dio tiempo para… ¿ser congruente? tendría ahora una seria conmoción cerebral o quizas ya ni eso, simplemente estaría en la sala de la morge esperando turno… Este policía, persona,ser humano reaccionó y estúvo a la altura, pasó la prueba de fuego la de «la de la puta calle» tal y como borda el autor del artículo. Posiblemente yo y muchos como yo estaríamos ahora en observación, o peor aún, guardando turno en la fría cámara de… y lo crean muchos o no lo crean, de verdad a la INMENSA MAYORÍA DE POLICÍAS NO nos gusta disparar a seres vivos, seres humanos y menos aún acabar con la vida de nadie.
    Las verdades absolutas no existen, las mentiras tampoco. Magnífico artículo Ernesto. Saludos.

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