ME RÍO YO DEL “ESO A MÍ NO ME PASA”

En el vídeo de hoy observo un montón de circunstancias a las que sacarle punta. Podría decir muchas cosas de este vídeo. Tantas cosas son, que no sé por dónde empezar. Sí, ya lo sé, abriré el baile mandando a tomar por culo a los instructores de tiro que llevan décadas diciendo que cuando un tío corra hacia ti con un machete, no precisamente para vendértelo, “tienes que permanecer impertérrito en el sitio, como en la galería, porque con desenfundar la pistola y montarla será bastante para que arroje el cuchillo al suelo, se cague y se mee encima y luego, arrodillado a tus pies, implore clemencia. Y si todo esto falla, que no falla —eso dicen los más borricos—, entonces, cuando ya el menda esté pinchándote: respira hondo, relájate, alinea los elementos de puntería y dispara a una pierna, que fijo que el tío cae de bruces, para que le pongas los grilletes”. Así que ya sabéis, imbéciles disfrazados de maestros, iros a tomar por el anillo de cuero, por el siempre sucio, por el chiquitillo. Esto, para abrir boca, gorrones de sopa boba.

Vídeo completo:

Sé que el 90% de los que ahora estáis leyendo estos párrafos y viendo el vídeo diréis, sobre todo los que únicamente veis sin leer, que tenéis más cojones y puntería que todos los policías presentes en la intervención objeto de estas líneas. No mintáis, por favor, sé que casi todos lo estáis pensando. También sé que muchos aprovecharéis la ocasión para tildarme de lenguaraz e hijo de perra. ¿A qué sí? No pasa nada, es lógico y normal. Ojalá estos fuesen los únicos improperios que me toca recibir hoy. Y saben ustedes por qué me atrevo a decir todo esto, porque el 90% de los policías que no fueron capaces de disparar el peor día de sus vidas, o que llegando a apretar el gatillo no lograron abatir el objetivo, pensaban que a ellos jamás les sucedería tal cosa, porque tienen los huevos más grandes que los del caballo de Espartero y porque tienen mejor puntería que el mismísimo Búfalo Bill.

He conocido a muchísimos seres humanos que antes del día D y de la hora H, decían: “Yo lo mato y me quedo tan pancho. Y si no me lo cargo, le meto un balazo en un hombro, en una rodilla o en un tobillo, que de la cárcel se sale, pero del cementerio…”. Qué fácil, cómodo y seguro es hablar desde la barrera, mientras los que torean son otros. Antes creía que esto solo lo verbalizaban los necios, pero últimamente también se lo estoy oyendo a personas bien construidas a nivel mental y, a veces, hasta bien formadas en el plano académico. Por lo que veo, nadie está a salvo de la picadura del Culicidae ignorantes o mosquito de la ignorancia.

Así es, todos creemos que podemos hacerlo, pero la verdad es que no todos podemos hacerlo. Una cosa es lo que queremos hacer, otra cosa es lo que creemos que podemos hacer y otra cosa muy diferente es lo que finalmente sabemos y podemos hacer. ¿De veras creen que todos estamos mentalmente preparados para disparar contra otras personas, aunque éstas estén poniéndonos en peligro? Pues bajen de la nube lo antes posible, porque casi ninguno estamos entrenados para acabar con otros congéneres. Estamos entrenados (quienes lo estén) para disparar a papeles, a cartones y hasta a maniquíes, pero no para lo otro. Y no lo digo yo, que también lo digo y además me planto, lo dicen los datos empíricos, amén de no pocos estudios psicológicos.

Tantas veces los policías no son capaces de disparar para defenderse, que se dejan matar o herir gravemente. Y es que no podemos hacer lo que no sabemos hacer, lo que nos lleva a hacer, solo, aquello que sabemos hacer o que las circunstancias nos permiten hacer. Yo no podría confeccionar un artículo en chino ni aunque me regalasen una semana y media para redactarlo: no sé escribir en chino. Incluso sabiendo medio escribir en español, tampoco podría redactar el artículo si no tengo lápiz y papel. Moraleja: no puedo hacer lo que sí sé hacer, cuando las circunstancias en las que sé hacerlo me son modificadas. Piensen en ello, mediten.

Los planes de adiestramiento de nuestros servidores públicos armados son tan nefastos, que a los funcionarios, al igual que al personal de seguridad privada, no se les habla ni de la muerte ni de las autónomas e inevitables reacciones fisiológicas humanas, vista la parca cara a cara. Y claro, sin saberse un carajo sobre qué es el miedo, sobre qué son los instintos primarios y sobre qué podemos y no podemos hacer ante la posibilidad de perecer, pocas opciones existen de poder reaccionar con eficacia en escuetos y vitales lapsos. Eso sin entrar en las capacidades personales respecto al manejo de las armas. Mientras sigamos teniendo policías con los cargadores a mitad de carga, para que no pesen tanto, no podremos liarnos a hablar de cosas serias, profundas y fundamentales. Por cierto, el hábito no hace al monje y parecer no es ser, aunque dé el pego mientras la cosa no se ponga fea. Ahí lo dejo.

Muy mal seguirán yéndonos las cosas, mientras los formadores no sepan que moverse, desplazarse, quitarse de en medio y correr, forman parte de las más atávicas reacciones animales frente al riesgo. Así que echen el freno y no se mofen de los que se entregaron al naturalísimo ‘pies para que os quiero’: les faltaba formación, mentalización, concienciación y, muy posiblemente, más cosas terminadas en ‘-ación’. Tampoco rompan en risas porque tras incontables taponazos dirigidos al machetero, éste no caía. ¿Apuntaban estos policías? Puede que algunos sí, pero seguramente no los que a galope tendido se piraban y disparaban, a la par que el otro los ponía en fuga al grito de ‘¡os mato, bastardos!’. Porque anda que no cambia nada la papeleta cuando la silueta salta, grita, escupe, sangra, dispara y clava pinchos, cristales, machetes, paraguas, palos de escoba afilados, bolígrafos, navajas, picos, trozos de discos compactos.

Pero tranqui, señores, que si seguís a pies juntillas el manual y las órdenes de vuestros monitores, siempre os sobrará tiempo para detectar el ataque; para quedaros plantados sin iros, que es lo que la naturaleza dispone hacer; para desenfundar; para quitar el seguro de la pistola; para alimentar la recámara; para apuntar a una rodilla, disparar y acertar el tiro; para ver caer al malo; para volver a apuntar, disparar y acertar a la otra rodilla, si el malvado se levanta; para verlo caer de nuevo; y para apuntar al pecho, si el muy cabrón sigue en sus trece de matar. Y todo esto, no lo olvidéis, clavaditos en el sitio, sin moveros, aunque el atacante, mientras tanto, ya haya llegado hasta vosotros y os esté acuchillando o destrozando la cara con una piedra. Así que ya sabéis, que os vaya bien con San Pedro, en el peor de los casos, y de puta madre con el cirujano, en el mejor de los supuestos.

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6s Comentarios

  1. Avatar

    Excelente artículo, solo unas preguntas, tipo de munición usada? Condiciones del estado físico y mental del individuo, drogas,etc? . Y si me lo permite me apropio de la moraleja. Un saludo.

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      Ernesto Pérez

      Muchas gracias, Vantac, por la información y el enlace. Nunca hubiera imaginado que en Indonesia usasen munición con punta de goma, para armas de «servicio normal». Me ha sorprendido, porque aquí, como sabes, resulta inimaginable exigírselo a nuestras unidades policiales.

      Lo que más me preocupa es que muriera un policía, creo que por las lesiones producidas por 8 cuchilladas, mientras los demás actuantes tiraban infructuosamente con lo que tenían. Esto también lo hemos llorado aquí.

      Un saludo.

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    Un «loquito» menos.
    ¿Por qué a los zumbados no les da por dar abrazos o dinero y sí por hacer daño a sus semejantes?
    Que se pudra en el infierno.

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