BATACLÁN: 888 DÍAS DESPÚES

Estamos en París y es 13 de noviembre de 2015. A eso las nueve y pico de la noche se han producido varios atentados terroristas en distintos puntos de la ciudad. Explosiones y tiros. Se trata de juramentados que están matando indiscriminadamente en nombre del maldito y ficticio, pero por desgracia real, Estado Islámico. Inmolaciones y ráfagas de Kalashnikov están desangrando vidas en establecimientos de ocio abiertos al público. Reina el caos ciudadano y policial en muchas calles, callejuelas y bulevares. Se sabe que están sucediendo cosas, pero no se sabe bien qué, dónde y cómo. Eclosiona el desorden en las redes de radiotransmisiones de los diferentes servicios policiales con competencia en la ciudad de la luz.

Están pasando muchas cosas graves en muchos sitios a la vez y, para colmo, a las afueras de París se está celebrando un importantísimo encuentro futbolístico entre las selecciones nacionales de Francia y Alemania, lo que, por lógica operativa de seguridad, concentra en las inmediaciones del estadio de fútbol al grueso de las fuerzas policiales y de los servicios de emergencia, dado que la posibilidad de que se produzca un ataque terrorista en un lugar muy concurrido es palpable en el ambiente, desde hace tiempo. Todos saben que puede ocurrir. De hecho, cientos de militares bien armados patrullan por los lugares más sensibles de la capital francesa. Sensibles tanto desde el punto de vista turístico como desde la perspectiva de la potencial afectación al normal funcionamiento de las infraestructuras claves del Estado. Podía pasar… y pasó.

Pero centrémonos ahora, 888 días después, en Bataclán, en la sala de fiestas que se hizo dolorosa e internacionalmente famosa porque en su interior perecieron cerca de cien personas, durante la celebración de un concierto de rock. Parece que todavía no está claro del todo si fueron tres o cuatro los asesinos que allí penetraron pegando tiros e incluso autoexplotándose. Tres fueron los fusiles de asalto AK-47 hallados dentro, por lo que quizás nunca existió el cuarto hombre con cuya existencia se especuló.

Aunque durante mucho tiempo se han ido aireando infinidad de datos sobre qué ocurrió dentro de Bataclán, no ha sido hasta ahora que ha caído en mis manos, procedente de muchas manos amigas, un documento cargado con las manifestaciones de los primeros seis agentes de policía personados en la luctuosa escena. Seis policías, como seis son los folios a dos caras que he devorado en un santiamén. Cada página gotea impotencia y rabia, y confieso que su lectura me ha generado angustia. El dosier, fechado el 21 de marzo de 2016, está elaborado por la comisión parlamentaria encargada de la investigación de los medios desplegados por el Estado francés desde 7 de enero de 2015 (día del atentado contra el seminario ‘Charlie Hebdo’), para luchar contra el terrorismo en la Galia. Para preservar la identidad y seguridad de los policías, sus declaraciones se llevaron a cabo a puerta cerrada.

A ver si logro hacer un resumen, más o menos aceptable, de lo que más me ha llamado la atención de cuanto he leído, interiorizado y digerido mental y emocionalmente:

1º) Los soldados que patrullaban por las ‘rues’ de París, algunos de los cuales acudieron a Bataclán, no intervinieron porque no contaban con tal orden, pese a que los seis policías presentes les rogaron que abrieran fuego con sus fusiles de asalto, dado que ellos, los policías, solo portaban armas cortas y un arma larga con solamente diez cartuchos de dotación.

2º) Los funcionarios actuantes, tres de los cuales eran mandos intermedios, informaron a sus jefes de la presencia in situ de tropas militares bien armadas, solicitando que se autorizase su participación como primera fuerza de choque, por aquello de que estaban pertrechados con fusiles capaces de igualar y superar en potencia de fuego a los islamistas que dentro de la sala estaban acribillando a los presentes, pero que también estaban abriendo fuego contra la propia fuerza policial situada en el exterior. La petición fue denegada. Los soldados llevaban meses pululando por París fusil en ristre, sin que se hubiera firmado protocolo alguno entre los ministerios de Defensa a Interior, para establecer planes claros de cooperación entre policías y militares. (Soldados para crear seguridad subjetiva, pues ese día se demostró que no estaban en la calle para crear seguridad efectiva. Esto suena a español y no a gabacho, pero se ve que en todas partes cuecen habas).

3º) Los intervinientes pertenecían a una unidad que pese a contar con material de protección balística antifusilería (escudos y chalecos personales), no lo llevaban consigo en esos momentos, dado que los vehículos en los que se trasladaban y con los que prestaban habitualmente servicio no permitían el transporte de tales útiles, puesto que no cabían en los maleteros. Hablamos de Peugeot 308 y de Peugeot Partner, no adaptados para misiones policiales.

4º) Las radiotransmisiones se colapsaron: cada unidad policial usaba una frecuencia distinta según el distrito de la ciudad en el que se encontrara y según su desempeño o misión, acudiendo todos los policías a la vez a la frecuencia de emergencia general, lo que propició un cacao gordo en el flujo de las comunicaciones.

5º) Oyendo los gritos de pánico y los tiros (y también las explosiones), y viendo salir despavoridas a infinidad de personas, muchas de ellas heridas, los primeros actuantes no accedieron al local para neutralizar a los agresores y reducir el número de pérdida de vidas: a) por la falta de personal; b) por la falta de armamento adecuado; y c) por la falta de protección balística. Si bien es cierto que minutos más tarde se concentraron en el lugar algunos agentes más (otros seis), quienes aportaron dos escudos balísticos, el número de efectivos seguía siendo reducido para asaltar el edificio, porque había que atender a los heridos, repeler y/o contener al terrorista que más se asomaba disparando por una de las puertas y organizar la llegada de más refuerzos y de los servicios sanitarios.

6º) Cuando se quiere, muchas veces se puede. Cuando se intenta, se está más cerca de lograrlo. Nadie dijo que fuera fácil, pero se puede. Hizo acto de aparición en Bataclán un comisario ajeno a la unidad que ya estaba operando. Llegó de paisano, en unión de su chófer. No llevaba chaleco pesado de protección. Tampoco portaba un arma larga. Personose él pistola en mano y a pecho descubierto. Bueno, también hay que decir que tenía un par de huevos bien puestos. Bueno, y ganas de hacer lo más que pudiera. Y bueno, suerte, mucha suerte también llevaba en un bolsillo. Pero la suerte hay quien la busca entrenándose en la galería de tiro, concienciándose sobre el uso de las armas de fuego, estudiando cuando poder usar las armas de fuego y mentalizándose de que siendo policía puede que haya que matar congéneres. Pero, igualmente, hay a quien el entrenamiento, la concienciación, el estudio y la mentalización les resultan conceptos desconocidos en el mejor de los casos, despreciados en el peor. La cosa es que este hombre, que era conocido por ser un fanático del entrenamiento físico, del adiestramiento táctico y del tiro con pistola, metió allí los morros y tumbó, a base de 9mm Parabellum, a uno de los terroristas que, a base de 7.62×39 mm, estaba fusilando a los clientes de la sala de fiestas. ¡Ole ese tío!

7º) Los integrantes de la unidad interviniente practicaban tiro con pistola, en esa época, una vez cada dos semanas y a veces hasta una vez a la semana, pero consumiendo poca munición. Podemos concluir, a tenor de lo expuesto por estos policías galos, que el cómputo de cartuchos gastados mensualmente era de treinta y de noventa anuales el de los policías patrulleros convencionales. No obstante, admiten que en el pasado sufrieron periodos de escasez de material, lo cual repercutió de lleno en el número de cartuchos disparados en la galería. El declarante de estos extremos puntualizó sin rubor, ante los parlamentarios convertidos en interrogadores, que durante aquellos periodos de precariedad llegaron a disparar solo cuando había existencia de munición (en todas partes cuecen habas). A raíz de todo lo acaecido, estos funcionarios están empezando a recibir fusiles de asalto HK-G36.

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